Ahí está él, silencioso, siempre le he visto solo y con sus bolsas
repletas de hojas y palitos. Hojas y palitos, que unidos con celofán, ha
transformado en pancartas y acaban en las manos de los que acuden al
reclamo de manifestaciones y concentraciones.
Manos hábiles, dedos rápidos que entrenados, imagino yo, en muchas batallas, distribuyen su NO A LOS RECORTES.
Siempre le he visto solo y prácticamente en silencio, en su misión de
hacernos participar de un modo más visible en el hartazgo y la
injusticia a la que nos está llevando esta situación.
Cuando sus bolsas deshinchadas quedan
aparcadas en el suelo, toma un par de pancartas y se coloca solo, en
silencio, en el lateral del paseo de la castellana, con su media
sonrisa, abriendo sus ideas a los conductores que por allí circulan. Le
miro,..., le admiro, me acerco, le estrecho la mano, le pregunto si
puedo hacerle una foto, "¡claro que sí!"; vuelvo a preguntar: "¿le
importa si lo cuelgo en la red?"; bromeando me responde: "¡a mí no, yo
no me dejo colgar tan fácil!". Nos reímos.
Me marcho. ¡Mierda, olvidé preguntarle su nombre!. No importa, seguro que en la próxima estará.
Él solo, y en silencio, y yo, sintiendo la esperanza correr por mis venas.
Ubuntu
Ahí le tenéis, mis palabras sobrarían, pero ya sabéis de esta necesidad
mía, esta manía que he adquirido últimamente de contaros todo lo que se
me remueve por dentro.
He vuelto a encontrarme con él, su nombre es Martín, desde aquí mi reconocimiento, gracias.
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